Ciencia contra el olvido
El Alzheimer es una enfermedad para la que no se conoce cura, pero la ciencia se esfuerza día a día por descubrir cómo combatirla.
“-Son ya las tres y media. ¿Qué pasa, que en esta casa no se
come?
-Abuela, pero si hemos acabado de comer hace un rato.
-¡Ay, es verdad! Si es que tengo en la cabeza en las nubes. Hoy he
tenido que ir al mercado y se me ha olvidado el dinero en casa, y
después me he encontrado con la madre de Pablo, y me ha contado que
su hermano está enfermo. Pero...¿Aún no has puesto la mesa?
¿Cuándo vamos a comer hoy?”
Una situación como esta es la que cualquiera de nosotros podemos
llegar a protagonizar algún día. El Alzheimer es una enfermedad
neurodegenerativa que ataca poco a poco al cerebro, concretamente a
las áreas encargadas de la memoria, el lenguaje y otras funciones
cognitivas, manifestándose en sus inicios con pequeños despistes y
desorientaciones. Y a pesar de la creencia bastante extendida del
factor hereditario como desencadenante, los casos de Alzheimer
provocados por este motivo son los menos frecuentes, de tan solo un
1%. Hay muchas otras causas que influyen en su desarrollo, aunque los
expertos todavía no saben a ciencia cierta cuál es el verdadero
origen de este mal, que afecta a más de 800.000 personas en España
y a unos estimados 25 millones en todo el mundo.
Una destrucción progresiva
La enfermedad de Alzheimer es crónica e incurable a día de hoy,
fundamentalmente porque los científicos expertos en la materia aún
no han sido capaces de descubrir qué motivos la desencadenan. Los
análisis post mortem de los cerebros de pacientes que padecían este
tipo de demencia, sin embargo, han logrado esclarecer qué es lo que
ocurre durante su avance.
El Alzheimer se asocia a la disminución en el cerebro de los niveles
de varios neurotransmisores encargados de funciones como la memoria y
la conducta. Esto se refleja en la acumulación anómala de dos tipos
de proteínas: el beta amiloide (β-amiloide),
que se deposita en forma de lo que se conoce como placas seniles, y la
proteína tau hiperfosforilada, que crea unos ovillos en el interior
de la neurona que acaban matándola. Estos ovillos son una especie de
pequeños montones de una proteína que no debería estar ahí y que
interrumpen el funcionamiento de la neurona. La acumulación de
proteínas y la consiguiente muerte de las neuronas provoca atrofia
cerebral, una disminución del peso y el tamaño del cerebro.
Existen una serie de factores de riesgo: algunos son
demográficos, como la edad avanzada, el sexo femenino, el
analfabetismo, y otros son por antecedentes médicos como la diabetes
o el colesterol, entre otros.
A día de hoy, no existe ningún
tipo de tratamiento efectivo que cure la enfermedad, aunque sí que
hay ciertos medicamentos que alivian parcialmente los síntomas. “Los
inhibidores de acetilcolinesterasa, así como la memantina, parecen
ser medianamente efectivos al principio para
enmascarar los síntomas, pero no curan ni paran el Alzheimer”,
afirma Ana García Osta, investigadora
en el laboratorio de
Neurobiología del CIMA
(Centro de Investigación Médica Aplicada). En lo que sí que
coinciden los expertos es en afirmar que parece que una actividad
intelectual y social rica favorece el retraso de la aparición. "Como
enfermedad multifactorial, todo lo que sea una vida sana y activa va
a ser favorecedor, pero tampoco es garantía de que no se vaya a
padecer Alzheimer", asegura García Osta.
En busca de un tratamiento
El pasado mes de noviembre, el periódico ABC publicó una
información que aseguraba que uno de los tratamientos que se estaban
experimentando en ratones contra el Alzheimer parecían estar
empeorando la actividad cerebral. Noticias semejantes, de posibles
vacunas y tratamientos que muchas veces acaban por ser
decepcionantes, son comunes en el seguimiento informativo de la
enfermedad.
Son muchos los científicos que
internacionalmente se dedican a ivestigar una posible solución a un
mal que cada vez afecta más a nuestra sociedad, especialmente por el
aumento de la esperanza de vida y el envejecimiento de la población.
No obstante, los avances son lentos. "Son muchos los fármacos
que se investigan en animales, y no todos pueden llevarse al
paciente. Por otro lado, resulta muy caro experimentar en pacientes,
y es también complicado porque son personas que no van a morir de
inmmediato, aún con la enfermedad pueden vivir varios años más",
explica García Osta.
Desde el CIMA, apuestan por la búsqueda de las causas del Alzheimer. “Nuestro interés está en las generar moléculas que
puedan interferir con la degeneración, así que nuestro primer
objetivo es identificar dianas”, comenta Alberto Pérez Mediavilla,
también investigador de Neurobioloía en el CIMA. Para ello,
investigan con ratones a los que se provoca una especie de simulación
del Alzheimer mediante una proteína humana. A partir de aquí,
buscan diferencias entre el cerebro del ratón enfermo y otro sano.
“Una vez localizamos una posible diana, tratamos de ver si hay
alguna molécula que le afecte”, declara Pérez Mediavilla.
Actualmente, según cuenta este investigador, la mayor parte de los
ensayos clínicos con humanos que se están llevando a cabo utilizan
una serie de anticuerpos que neutralizan la proteína beta amiloide.
“Esta fue una estrategia que resultó muy bien en modelos animales,
pero que cuando se llevó a humanos los primeros ensayos fueron muy
negativos, ya que estos anticuerpos funcionan como una especie de
vacuna. Provocan una reacción inmunológica que puede causar
inflamaciones en el cerebro e incluso la muerte”, explica.
El fallo de muchos de estos tratamientos radica en el estadio de la
enfermedad en que se comienza a tratar en humanos, que es mucho más
tardío que en ratones. La mayoría de los pacientes acuden cuando
notan los síntomas, lo que significa que el Alzheimer lleva actuando
varios años. Es por esta razón que otro de los enfoques de las investigaciones se
orienta a descubrir marcadores biológicos que denoten que una
persona va a desarrollar el mal para poder tratarla de manera
preventiva.
En cuanto a los tratamientos farmacológicos paliativos existentes,
los más comunes van destinados a tratar síntomas como la
sobreexcitación o el insomnio. Son también frecuentes los
tratamientos de inhibición de la acetilcolinesterasa:
unos medicamentos que evitan
la pérdida de neuronas que producen el neurotransmisor acetilcolina, un síntoma del Alzheimer.
Tratamientos sociales
Para aquellos que sufren la enfermedad, sin embargo, el tratamiento
más reconfortante es tener a su lado a sus seres más queridos. No
obstante, para los familiares puede resultar muy duro enfrentarse a
este reto. Para apoyarlos nació la Asociación de Familiares de
Enfermos de Alzheimer de Navarra (AFAN), una asociación dedicada a
acompañar al familiar sobre todo en el comienzo, proporcionándole
formación, información y apoyo psicológico. Uno de los objetivos
que tratan de alcanzar es cubrir la zona rural, sobre todo del norte
de la comunidad, donde tanto enfermos como familiares se encuentran
más aislados. AFAN dedica parte de sus esfuerzos al apoyo de la
investigación mediante convenios con colegios farmacéuticos y con
el Banco de Cerebros. También forman, en colaboración con el
Ayuntamiento de Pamplona, a cuidadores especializados en pacientes
con Alzheimer.
Aurora Lozano, presidenta del colectivo, ha vivido en primera persona
la experiencia de tratar con una de estas personas: su marido. Para
ella, no cabe duda de que los tratamientos, aunque caros, son
necesarios. Sin embargo, apuesta por tratamientos no farmacológicos,
sobre todo al principio. “Son bastante efectivos tanto los
ejercicios físicos como de memoria. Y conforme la enfermedad va a
más, es interesante trabajar el factor sensitivo. Las personas con Alzheimer son todo emoción, y reaccionan ante estímulos como la
música”, afirma la presidenta.
Desde la asociación, se anima a la sociedad a participar del voluntariado, ya que supone una enorme ayuda para los familiares. Sin embargo, son tan solo entorno a treinta personas las que a día de hoy asumen el compromiso. "La gente cree, aunque no sea cierto, que estos enfermos van a ser violentos, o simplemente que es un trabajo poco agradecido. Quienes tienen Alzheimer son bastante inexpresivos. Pero cuando se aprende a tratar con ellos, se crea un vínculo muy bonito para los dos y para las familias", declara Lozano.