Porque hace falta valor para enfrentarse a la ciencia

miércoles, 9 de diciembre de 2015

REPORTAJE CIENTIFICO

Ciencia contra el olvido

El Alzheimer es una enfermedad para la que no se conoce cura, pero la ciencia se esfuerza día a día por descubrir cómo combatirla. 

“-Son ya las tres y media. ¿Qué pasa, que en esta casa no se come?
-Abuela, pero si hemos acabado de comer hace un rato.
-¡Ay, es verdad! Si es que tengo en la cabeza en las nubes. Hoy he tenido que ir al mercado y se me ha olvidado el dinero en casa, y después me he encontrado con la madre de Pablo, y me ha contado que su hermano está enfermo. Pero...¿Aún no has puesto la mesa? ¿Cuándo vamos a comer hoy?”

Una situación como esta es la que cualquiera de nosotros podemos llegar a protagonizar algún día. El Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa que ataca poco a poco al cerebro, concretamente a las áreas encargadas de la memoria, el lenguaje y otras funciones cognitivas, manifestándose en sus inicios con pequeños despistes y desorientaciones. Y a pesar de la creencia bastante extendida del factor hereditario como desencadenante, los casos de Alzheimer provocados por este motivo son los menos frecuentes, de tan solo un 1%. Hay muchas otras causas que influyen en su desarrollo, aunque los expertos todavía no saben a ciencia cierta cuál es el verdadero origen de este mal, que afecta a más de 800.000 personas en España y a unos estimados 25 millones en todo el mundo.

Una destrucción progresiva
La enfermedad de Alzheimer es crónica e incurable a día de hoy, fundamentalmente porque los científicos expertos en la materia aún no han sido capaces de descubrir qué motivos la desencadenan. Los análisis post mortem de los cerebros de pacientes que padecían este tipo de demencia, sin embargo, han logrado esclarecer qué es lo que ocurre durante su avance.
El Alzheimer se asocia a la disminución en el cerebro de los niveles de varios neurotransmisores encargados de funciones como la memoria y la conducta. Esto se refleja en la acumulación anómala de dos tipos de proteínas: el beta amiloide (β-amiloide), que se deposita en forma de lo que se conoce como placas seniles, y la proteína tau hiperfosforilada, que crea unos ovillos en el interior de la neurona que acaban matándola. Estos ovillos son una especie de pequeños montones de una proteína que no debería estar ahí y que interrumpen el funcionamiento de la neurona. La acumulación de proteínas y la consiguiente muerte de las neuronas provoca atrofia cerebral, una disminución del peso y el tamaño del cerebro.
Existen una serie de factores de riesgo: algunos son demográficos, como la edad avanzada, el sexo femenino, el analfabetismo, y otros son por antecedentes médicos como la diabetes o el colesterol, entre otros.
A día de hoy, no existe ningún tipo de tratamiento efectivo que cure la enfermedad, aunque sí que hay ciertos medicamentos que alivian parcialmente los síntomas. “Los inhibidores de acetilcolinesterasa, así como la memantina, parecen ser medianamente efectivos al principio para enmascarar los síntomas, pero no curan ni paran el Alzheimer”, afirma Ana García Osta, investigadora en el laboratorio de Neurobiología del CIMA (Centro de Investigación Médica Aplicada). En lo que sí que coinciden los expertos es en afirmar que parece que una actividad intelectual y social rica favorece el retraso de la aparición. "Como enfermedad multifactorial, todo lo que sea una vida sana y activa va a ser favorecedor, pero tampoco es garantía de que no se vaya a padecer Alzheimer", asegura García Osta.

En busca de un tratamiento
El pasado mes de noviembre, el periódico ABC publicó una información que aseguraba que uno de los tratamientos que se estaban experimentando en ratones contra el Alzheimer parecían estar empeorando la actividad cerebral. Noticias semejantes, de posibles vacunas y tratamientos que muchas veces acaban por ser decepcionantes, son comunes en el seguimiento informativo de la enfermedad.
Son muchos los científicos que internacionalmente se dedican a ivestigar una posible solución a un mal que cada vez afecta más a nuestra sociedad, especialmente por el aumento de la esperanza de vida y el envejecimiento de la población. No obstante, los avances son lentos. "Son muchos los fármacos que se investigan en animales, y no todos pueden llevarse al paciente. Por otro lado, resulta muy caro experimentar en pacientes, y es también complicado porque son personas que no van a morir de inmmediato, aún con la enfermedad pueden vivir varios años más", explica García Osta. 
Desde el CIMA, apuestan por la búsqueda de las causas del Alzheimer. “Nuestro interés está en las generar moléculas que puedan interferir con la degeneración, así que nuestro primer objetivo es identificar dianas”, comenta Alberto Pérez Mediavilla, también investigador de Neurobioloía en el CIMA. Para ello, investigan con ratones a los que se provoca una especie de simulación del Alzheimer mediante una proteína humana. A partir de aquí, buscan diferencias entre el cerebro del ratón enfermo y otro sano. “Una vez localizamos una posible diana, tratamos de ver si hay alguna molécula que le afecte”, declara Pérez Mediavilla. 
Actualmente, según cuenta este investigador, la mayor parte de los ensayos clínicos con humanos que se están llevando a cabo utilizan una serie de anticuerpos que neutralizan la proteína beta amiloide. “Esta fue una estrategia que resultó muy bien en modelos animales, pero que cuando se llevó a humanos los primeros ensayos fueron muy negativos, ya que estos anticuerpos funcionan como una especie de vacuna. Provocan una reacción inmunológica que puede causar inflamaciones en el cerebro e incluso la muerte”, explica.
El fallo de muchos de estos tratamientos radica en el estadio de la enfermedad en que se comienza a tratar en humanos, que es mucho más tardío que en ratones. La mayoría de los pacientes acuden cuando notan los síntomas, lo que significa que el Alzheimer lleva actuando varios años. Es por esta razón que otro de los enfoques de las investigaciones se orienta a descubrir marcadores biológicos que denoten que una persona va a desarrollar el mal para poder tratarla de manera preventiva.
En cuanto a los tratamientos farmacológicos paliativos existentes, los más comunes van destinados a tratar síntomas como la sobreexcitación o el insomnio. Son también frecuentes los tratamientos de inhibición de la acetilcolinesterasa: unos medicamentos que evitan la pérdida de neuronas que producen el neurotransmisor acetilcolina, un síntoma del Alzheimer.

Tratamientos sociales
Para aquellos que sufren la enfermedad, sin embargo, el tratamiento más reconfortante es tener a su lado a sus seres más queridos. No obstante, para los familiares puede resultar muy duro enfrentarse a este reto. Para apoyarlos nació la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer de Navarra (AFAN), una asociación dedicada a acompañar al familiar sobre todo en el comienzo, proporcionándole formación, información y apoyo psicológico. Uno de los objetivos que tratan de alcanzar es cubrir la zona rural, sobre todo del norte de la comunidad, donde tanto enfermos como familiares se encuentran más aislados. AFAN dedica parte de sus esfuerzos al apoyo de la investigación mediante convenios con colegios farmacéuticos y con el Banco de Cerebros. También forman, en colaboración con el Ayuntamiento de Pamplona, a cuidadores especializados en pacientes con Alzheimer.
Aurora Lozano, presidenta del colectivo, ha vivido en primera persona la experiencia de tratar con una de estas personas: su marido. Para ella, no cabe duda de que los tratamientos, aunque caros, son necesarios. Sin embargo, apuesta por tratamientos no farmacológicos, sobre todo al principio. “Son bastante efectivos tanto los ejercicios físicos como de memoria. Y conforme la enfermedad va a más, es interesante trabajar el factor sensitivo. Las personas con Alzheimer son todo emoción, y reaccionan ante estímulos como la música”, afirma la presidenta. 
Desde la asociación, se anima a la sociedad a participar del voluntariado, ya que supone una enorme ayuda para los familiares. Sin embargo, son tan solo entorno a treinta personas las que a día de hoy asumen el compromiso. "La gente cree, aunque no sea cierto,  que estos enfermos van a ser violentos, o simplemente que es un trabajo poco agradecido. Quienes tienen Alzheimer son bastante inexpresivos. Pero cuando se aprende a tratar con ellos, se crea un vínculo muy bonito para los dos y para las familias", declara Lozano.   

viernes, 23 de octubre de 2015

PERFIL DE INVESTIGADOR

  Juan Manuel Escudero: cuando una decisión marca una vida

Juan Manuel Escudero Baztán (Pamplona, 10 de junio de 1970) me recibe con una sonrisa de disculpa. “Me ha surgido un imprevisto y tengo que enviar un mail. Será solo un momento, perdona”, me dice. Y lo le excuso, como es natural. Estar ocupado las 24 horas del día es parte de ser investigador. Mientras, aprovecho para observar su despacho. Es sorprendente cómo en un lugar tan pequeño pueda haber tantos libros. Cubren cada centímetro de pared, se apilan sobre la mesa y cuando Escudero se gira en su silla para finalmente atenderme, le separa de mi una auténtica barrera de obras cuidadosamente colocadas al borde del escritorio. Pero lo que más sorprende, es que todos los títulos tienen algo en común: el Siglo de Oro de la literatura española. No en vano, es responsable de las Comedias de Calderón dentro del GRISO, el Grupo de Investigación del Siglo de Oro de la Universidad de Navarra, una entidad fundada en 1990 por Ignacio Arellano y que cuenta con cierto peso dentro de este ámbito de estudio.
Al poco de comenzar a hablar con él, me doy cuenta de la suerte que tengo de tenerlo delante rodeado de tanto papel aurisecular. “En realidad, cuando empecé la universidad, no pensé en dedicarme a la filología. Me encantaba, pero creía que debía hacer algo más serio. Así que comencé derecho, pero no tardé ni un semestre en darme cuenta de que me aburría”, confiesa riendo. Una rectificación a tiempo, por fortuna, porque no son pocas las contribuciones de Escudero a su campo.
Graduado por la Universidad de Navarra en el año 1993, obtuvo una beca para realizar un máster en Artes en Canadá, en la Universidad de Otawa, donde tuvo la oportunidad de comenzar a investigar. No obstante, regresó a su Pamplona natal para doctorarse 'cum laude'. “Siempre tuve claro que quería investigar, pero Ignacio Arellano es realmente quien tiene la culpa de que haya llegado hasta aquí. Me ofreció la oportunidad de realizar la tesis con él y por ello acabé dedicándome al Siglo de Oro, que es un periodo apasionante y muy productivo”, explica. Como investigador ha publicado catorce monografías y ediciones críticas, además de obras conjuntas con otros profesionales, varios artículos en revistas especializadas y reseñas. También es subdirector de la revista académica Anuario Calderoniano (ACAL), una publicación dedicada monográficamente al estudio de la vida y obra de este autor que está muy reconocida en todo el mundo y que cuenta con el sello de calidad del Gobierno de España. Sin embargo, su actividad a lo largo de los años se ha ido complementado con sus ponencias en congresos y seminarios tanto a nivel nacional como internacional, como los que ha participado en los últimos meses: uno en Nueva Deli, otro en Amsterdam y otro en Varsovia.
No obstante, los viajes a los que le obligan los congresos son uno de los inconvenientes de ser investigador, según Escudero. “Tienen una parte buena, pero también se hace duro estar fuera de casa tan a menudo, sobre todo cuando tienes hijos pequeños”, afirma. Otra de las desventajas, según él, es la dificultad que tiene su trabajo para desconectar. “No es un trabajo normal, en el que cuando acabas tus ocho horas, sabes que ya has terminado. Cuando investigas, el trabajo te absorbe, porque siempre hay algo más que hacer, y si no tienes cuidado, tienes el peligro de obsesionarte”. A pesar de ello, reconoce que la vida del investigador da la oportunidad de poder trabajar sobre “aquello que te apasiona”, teniendo libertad de actuación y pudiendo adaptar los horarios laborales según las propias necesidades. Para él, la investigación es un trabajo creativo, muy parecido a contar una historia, a escribir una novela, y que le proporciona una gran satisfacción.
Recostado en la silla de su despacho, Escudero se queda pensativo y sonriente ante mi última pregunta. “¿Un reconocimiento a mi trabajo que haya sido especialmente importante para mí? Probablemente, el reconocimiento que más ilusión me ha hecho fue cuando, tras presentar mi tesis doctoral, recibí una carta escrita por Fernando Lázaro Carreter felicitándome por mi estudio. Siendo yo tan joven, fue todo un honor”, recuerda orgulloso. Y no es para menos, cuando Lázaro Carreter es una eminencia en el mundo de las Letras y el director de la Real Academia de la Lengua entre 1991 y 1998.
Actualmente, Juan Manuel Escudero se encuentra realizando una edición de los autos sacramentales de Lope de Vega encargada por el Ministerio y para la cual ha recibido una subvención. “Es un tema interesante, aunque la verdad es que la calidad de estas obras de Lope de Vega no siempre es tan buena como a lo que estamos acostumbrados. Por ello, hay veces en las que disfruto mucho del encargo, y otras en las que no tanto. Pero al final, si trabajas para otros, debes adaptarte a lo que te piden”, explica.
Respecto al futuro de la investigación de la Literatura, Escudero considera que aún queda mucho por hacer. "Vivimos en un mundo en el que estamos asistiendo al divorcio entre las letras y la sociedad. Pero, concretamente la literatura del Siglo de Oro es un pozo sin fondo de posibilidades, y todavía quedan por estudiar muchas obras con las que nadie se ha atrevido todavía". Una perspectiva alagüeña en un contexto en el que, definitivamente, parece que las Humanidades están de capa caída. 

jueves, 8 de octubre de 2015

PRÁCTICA 1: Noticia científica

La evaluación y tratamiento de las afasias da un paso adelante

Los investigadores proponen una nueva metodología de estudio de un trastorno del lenguaje que afecta a unas 350.000 personas en España


 Los investigadores María Benedet, de la Universidad Complutense de Madrid, David Caplan, del departamento de neuropsicología del Hospital General de Massachusetts de la Harvard Medical School, y María Jesús Redal, del Centro de Rehabilitación del Lenguaje, han presentado recientemente una nueva metodología para la evaluación de los trastornos del lenguaje en tres etapas diferenciadas. Este nuevo procedimiento, a pesar de que contradice la costumbre general de los especialistas de comenzar lo antes posible la rehabilitación, posibilitará no sólo un reconocimiento más exhaustivo del trastorno concreto que sufre el paciente, sino que a través de los métodos de estimulación verbal que se llevan a cabo durante el estudio, se podrán diseñar programas dirigidos especialmente a cada persona que sufra una pérdida o trastorno de la capacidad de comunicarse.
   Esta nueva propuesta llega en el Mes Internacional de Sensibilización de la Afasia, un problema que afecta en España a cerca de 350.000 personas y que es diagnosticado cada año a unas 25.000. La afasia, consistente en una pérdida o trastorno del habla a causa de un daño en la corteza cerebral, es producida comúnmente por ictus, traumatismos craneoencefálicos o tumores cerebrales. Se puede manifestar de diferentes maneras dependiendo del área del cerebro que haya resultado dañada, existiendo seis grandes tipos de afasia: de Broca, de Wernicke, transcortical motora, global, anómica y de conducción.

El método
La metodología propuesta por Benedet, Caplan y Redal busca entender cómo es el proceso de conocimiento de un paciente concreto con afasia. Un segundo objetivo es comprender hasta qué punto este proceso de conocimiento afecta a los trastornos del lenguaje de dicho individuo y las posibles estrategias que se pueden llevar a cabo para combatirlos, así como hacerse una idea de la manera en que procesa el lenguaje dentro del marco general de su sistema de conocimiento de la realidad. Para ello, se llevan a cabo tres fases que emplean distintos tipos de test de evaluación neurolingüística.
   En la primera etapa, busca explorar el funcionamiento de los medios principales y secundarios que el cerebro del paciente tiene para procesar la información que recibe. Para concretar los defectos del lenguaje que se presentan, se lleva a cabo una prueba conocida como Test de Boston, que facilita la descripción y clasificación del trastorno que sufre el individuo. Sin embargo, esta mera clasificación no basta, ya que la mayoría de los pacientes no encaja plenamente en ninguno de los tipos de afasias existentes.
   La segunda etapa, por tanto, trata de buscar los defectos que se producen en cada uno de los componentes del lenguaje, es decir, el nivel léxico o de vocabulario, morfológico o de estructura de las palabras, y oracional o de formación y comprensión de discursos, con el fin de definir una base para el diseño de un tratamiento. Benedet, Caplan y Redal proponen con tal fin el empleo de un procedimiento conocido como “Evaluación Neurolingüística de las Alteraciones del Lenguaje” (ENAL), un conjunto de 28 test consistentes en diferentes tareas presentadas auditivamente o por escrito y que buscan una respuesta oral o escrita. Cada test tiene en cuenta factores como la frecuencia de uso de las palabras o la longitud de las mismas, por ejemplo.
   La tercera etapa, finaliza el proceso explorando detenidamente cada uno de los defectos resultantes de la anterior prueba. Así, mediante un estudio diseñado de manera específica para cada paciente, se pueden localizar cuáles son las causas concretas de su afasia y, en consecuencia, elaborar un programa de rehabilitación personalizado. Los experimentos realizados para comprobar esta propuesta han obtenido resultados satisfactorios para los investigadores.
   Esta metodología supone un avance en el tratamiento de las personas afásicas al ofrecer un seguimiento adecuado a cada variación de los seis bloques de este trastorno, facilitando así la progresiva mejora de aquellos que sufren este angustioso mal.